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uchos bebés realizan actividades repetitivas (como chuparse el dedo, golpearse la cabeza contra algo, mecerse, etc.) para auto consolarse o descargar tensiones. En general se trata de hábitos que comienzan como exploraciones normales de modos de hacer frente al estrés, pero que se hacen problemáticos cuando el niño está bajo mucha tensión o cuando los padres reaccionan en exceso.
Cuando un niño se auto agrede es necesario detener estas conductas en algún momento, y guiarlos para que no pase a mayores.
Estos comportamientos suelen generar gran alarma en los padres, y en consecuencia, intentos por reprimirlos y controlarlos. Sin embargo, esta reacción de los padres genera que el comportamiento del niño se refuerce y comiencen entonces a utilizarlo como una forma de rebelión frente a sus progenitores.
Por otra parte, la edad en que se encuentre el niño es importante ya que en este caso está marcada por profundos cambios. El caminar (o el estar en vías de hacerlo) produce una especie de “revolución”. Esto puede hacer que el comportamiento del niño se desorganice temporalmente para reorganizarse una vez que el logro de la marcha se haya consolidado.
Es importante consultar con el psicólogo o pediatra y resolver de manera conjunta todas las dudas sobre el niño. También es necesario asegurarse de que el niño no se haga daño (por ejemplo, proteger las superficies sobre las que se golpea la cabeza).
Finalmente, intentar comprender el origen de la conducta: ¿existe algún cambio en el ambiente que haya podido estresarlo? ¿Por qué demanda más atención?
Abrazarlo, contenerlo, dándole cariño pero mostrando serenidad, con un tono de voz suave que calme su ansiedad es lo mejor.
Desviar su conducta y empezar a jugar con él es otra opción que puede dar resultado.